
Por Luis Martínez Alcántara
“El G7 es un mecanismo compacto con enorme carga simbólica. Aunque ha perdido peso económico relativo frente a otros bloques, conserva influencia estratégica en temas de seguridad, comercio y diplomacia”, afirma el Mtro. David García Contreras, catedrático de Relaciones Internacionales en la FES Aragón de la UNAM.
Con esa premisa inicia su análisis sobre la cumbre del G7 que se celebra este año en Alberta, Canadá, en un contexto global convulso. Participan Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.
El Grupo de los Siete nació en 1975 como un espacio informal de potencias industriales occidentales, que llegó a representar más de dos tercios del PIB global. Aunque su poder económico ha disminuido, sigue siendo un eje de influencia en asuntos clave. “El G7 encarna el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial”, explica García, quien resalta la centralidad de EU, Europa y Japón en esta arquitectura histórica que aún conserva peso militar y diplomático.
La agenda 2025 está marcada por las crisis. La guerra entre Rusia y Ucrania y la escalada entre Irán e Israel encabezan las preocupaciones. Trump incluso abandonó la cumbre para atender esta última. También se debaten los riesgos y regulaciones de la IA, las tensiones por aranceles impulsados por EU, y la transición energética en un entorno global incierto. “Es paradójico que uno de sus miembros agite el orden que el G7 busca preservar”, añade el académico.
Este año destaca también la presencia de Claudia Sheinbaum, primera presidenta mexicana, como invitada especial. Aunque no se reunió con Trump, mantuvo encuentros con líderes de Alemania e India, y participó en la sesión plenaria. “A diferencia de López Obrador, Sheinbaum entiende la importancia de la diplomacia activa”, señala García, quien ve en esta asistencia un giro en la política exterior mexicana, más dispuesta a involucrarse en los foros multilaterales.
Finalmente, García enmarca al G7 dentro de una estructura global que ya incluye al G20 y a los BRICS Plus. Mientras el G7 mantiene una estructura cerrada, los BRICS se expanden con rapidez, incorporando a países del Sur global. “El G7 aún tiene vida, pero ya no es el centro del mundo”, concluye. El foro enfrenta el reto de adaptarse a un orden internacional que cambia con velocidad, lejos de las reglas impuestas por las potencias que una vez lo dominaron todo.