imgNota1726

Por Mauricio Palomares

Ana Carrizosa llegó a la Riviera Maya atraída por la promesa del mar Caribe. Pero fue tierra adentro, en las entrañas del suelo yucateco, donde descubrió su verdadera pasión: los cenotes, esos ojos de agua que conectan con el corazón del acuífero maya, uno de los sistemas subterráneos más extensos y antiguos del planeta.

“Cuando piensas en buceo, piensas en mar. Pero mi mayor descubrimiento en México fueron los cenotes”, dice Ana, buzo técnica e instructora certificada con más de 4,000 horas bajo el agua. “Primero la gente cree que son solo piedras, pero al entrar, te das cuenta de que estás ante una maravilla del mundo. Cada pared, cada formación, es una biblioteca viva de millones de años”.

Ana no es una buza común. Nació en España y creció entre las aguas del Mar Menor, un ecosistema costero ahora dañado por la contaminación. Su infancia transcurrió entre veleros, caballitos de mar y las enseñanzas silenciosas del océano. En su niñez ya convivía estrechamente en las frías aguas de Mallorca. Más tarde, en Centroamérica, encontró su vocación. “Me enamoré del buceo en Honduras. Llegué a Utila como mochilera, buscando aventura, y descubrí un universo bajo el agua”.

Desde entonces ha recorrido el continente como guía de buceo, instructora técnica y fundadora de Travel & Dive, una agencia de viajes con enfoque en exploración subacuática y reconexión con la naturaleza. Su recorrido la llevó a Panamá, a los océanos del Pacífico, a las aguas balleneras de Cabo San Lucas y, finalmente, a los cenotes de Playa del Carmen, donde se ha establecido como una de las pocas mujeres especializadas en buceo en cuevas y tech diving.

“Muchas veces los turistas no creen que una mujer será quien los guíe a través de una caverna subacuática. Me ha pasado estar cargando tanques, lista para la inmersión, y escuchar: ‘¿Y quién nos va a llevar a bucear?’. Pero el buceo se trata de fortaleza mental, de presencia, no de fuerza bruta”, explica Ana.

Además de explorar, Ana ha hecho de su vocación un medio para cambiar conciencias. “Mi misión es mediar entre los humanos y el mundo acuático. Ayudar a que las personas que viven en la jungla de asfalto, rodeadas de estrés, vuelvan a sentir que pertenecen a la naturaleza”. Para ello organiza viajes de inmersión por todo el mundo, desde expediciones al Mar Rojo hasta exploraciones privadas en cenotes poco conocidos de la península de Yucatán.

Cuando se le pregunta por las imágenes más poderosas que ha presenciado, su mirada se ilumina: “Recuerdo estar rodeada por un banco de atunes en Cabo, con un lobo marino cazando justo arriba de mí, iluminado por la luz solar. Era como un túnel que me llevaba directo a la belleza absoluta”. Y sobre los cenotes, confiesa que no hay una sola inmersión igual: “Cuanto más los conozco, más enamorada estoy. Es un buceo místico, te conecta con el pasado, con la historia, con la selva”.

En una era donde los viajes buscan cada vez más una dimensión transformadora, Ana Carrizosa representa una nueva forma de exploración: profunda, respetuosa, y conectada con las raíces del planeta. Su historia es una invitación a mirar más allá del turismo tradicional y a sumergirse —literalmente— en los misterios que México tiene bajo tierra. 

¿Y su próximo destino? “En julio me voy al Mar Rojo. Lo llevo organizando todo el año. Pero siempre vuelvo a los cenotes… porque aquí, en la penumbra de sus aguas, encontré mi lugar”.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *